El vuelo 232 de la aerolínea Saeta, perdido hace 26 años, ha sido finalmente localizado en el glaciar del Chimborazo, un acontecimiento que ha reabierto viejas heridas en la sociedad ecuatoriana. El 15 de agosto de 1976, el avión, que transportaba a 59 personas, se estrelló tras reportar problemas en su ruta desde Quito a Cuenca. A pesar de las exhaustivas búsquedas aéreas y terrestres, los esfuerzos no lograron encontrar los restos de la aeronave durante décadas, lo que dio lugar a especulaciones y teorías sobre su destino. El descubrimiento fue confirmado por montañistas y militares que encontraron restos coincidentes con el avión perdido.
El hallazgo de 2002 incluyó fragmentos metálicos y objetos personales de los pasajeros, lo que confirmó la tragedia del vuelo 232, pero también suscitó controversia debido a un retraso en la difusión de la información. El militar Galo Arrieta justificó la demora al comunicar que era necesario informar al presidente antes de hacer público el descubrimiento. Este retraso generó diversas reacciones en el ámbito político, tanto en el Congreso Nacional como en la Policía, que exigieron explicaciones sobre la ocultación de información.
El accidentes del vuelo 232 sigue siendo uno de los mayores misterios en la historia de la aviación ecuatoriana. A medida que más detalles emergen, la comunidad recuerda no solo la tragedia de quienes perdieron la vida, sino también la valiente decisión de algunos pasajeros que cedieron sus asientos, lo que salvó vidas. A través de este hallazgo, se cierra un capítulo doloroso, pero el impacto de este suceso perdura en la memoria colectiva del país.
