
A pesar de llevar medio siglo aplicando un arancel del 0% a los coches extranjeros, estos vehículos han tenido una presencia mínima en el mercado japonés. Desde 1978, Japón ha mantenido una política de comercio abierto, permitiendo que cualquier marca extranjera introduzca sus coches sin costes adicionales. Sin embargo, la realidad es que el consumidor japonés ha preferido históricamente los automóviles locales, influenciado por factores culturales y la confianza en las marcas nacionales.
Esta preferencia no se debe únicamente a la cultura, sino a condiciones específicas del mercado japonés. Las estrictas regulaciones sobre emisiones y espacio en las ciudades han limitado la presencia de vehículos importados. Además, la producción local se beneficia de costos más bajos, lo que hace que los coches japoneses sean más asequibles en comparación con los modelos extranjeros. La obstinación de los consumidores japoneses hacia la tecnología nacional también dificulta la entrada de vehículos innovadores de fuera.
Con una economía sólida y el yen en una posición competitiva, Japón logró posicionarse como líder en la industria automotriz mundial en las décadas pasadas. A pesar de las oportunidades que presenta un mercado abierto, su fuerte arraigo a las marcas locales y las condiciones específicas que enfrentan los fabricantes extranjeros continúan desincentivando la venta de coches foráneos. Como resultado, el mercado de vehículos en Japón sigue dominado por marcas locales, dejando muy poco espacio para la competencia internacional.
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