
Elon Musk ha desatado una nueva ola de controversia tras compartir un mensaje en X que fue interpretado como una disculpa a figuras históricas como Stalin, Hitler y Mao. Al vincular a estos líderes con la culpa de sus crímenes a los empleados del sector público, Musk se vio envuelto en una tormenta de críticas que lo acusaron de trivializar genocidios y adoptar una postura antisemita. En respuesta a la presión, eliminó el mensaje, pero el daño a su reputación ya estaba hecho.
La situación se complicó aún más cuando Musk anunció el cierre de 18F, una oficina del gobierno estadounidense dedicada a mejorar la eficiencia tecnológica. Este anuncio surgió en medio de un tuit donde Musk hacía eco de afirmaciones erróneas sobre la misión de 18F, generando confusión e incertidumbre entre sus empleados. El cierre fue oficializado, aunque algunos exmiembros de la oficina cuestionaron la justificación oficial y señalaron que la agencia realmente estaba ahorrando recursos.
Ambos incidentes subrayan la influencia de Musk en las redes sociales y su capacidad para amplificar discursos problemáticos y desinformación. Su reciente comportamiento no solo ha atraído el escrutinio público, sino que también ha planteado preguntas sobre el impacto real de sus palabras en las estructuras gubernamentales y en la percepción social. Sus acciones reflejan una tendencia preocupante en la forma en que las plataformas digitales pueden ser utilizadas para desmantelar instituciones y promover ideologías en favor de intereses privados.