
En 1974, Volkswagen adquirió un vasto rancho en la Amazonía, donde durante más de una década, cientos de trabajadores fueron sometidos a condiciones inhumanas. Este escenario de explotación, que incluye maltratos, deudas y torturas, se reveló tras la persistencia de un sacerdote y académico que documentó pruebas contundentes. A pesar de numerosas denuncias, la empresa siempre se mantuvo en silencio y el estado nunca actuó contra ella.
La situación de estos trabajadores fue particularmente grave durante la dictadura militar en Brasil, periodo en que Volkswagen impulsó un proyecto ganadero en la selva. Los testimonios de sobrevivientes revelan un ambiente de terror, donde eran vigilados y forzados a trabajar en condiciones deplorables. La falta de atención médica y el suministro de alimentos contaminados eran constantes, lo que agravó la situación de vulnerabilidad de los trabajadores.
Recientemente, este oscuro capítulo ha cobrado vida legal, ya que la fiscalía brasileña intenta responsabilizar a Volkswagen por su complicidad en estos abusos. A pesar de sus defensas, la evidencia presentada por testigos y documentos históricos pone en jaque la integridad de la empresa. La lucha por justicia continúa, y el sacerdote Rezende sigue en su búsqueda de respuestas para aquellos que aún no han podido contar su historia.