
La dismorfia de productividad es una percepción distorsionada de nuestra eficacia laboral, donde las personas sienten que nunca trabajan lo suficiente, a pesar de sus esfuerzos. Este fenómeno, cada vez más común, es exacerbado por la cultura de la hiperproductividad y las constantes comparaciones en redes sociales, lo que lleva a un ciclo de insatisfacción y sacrificio de la salud mental. Este estado puede provocar ansiedad, depresión y una baja autoestima relacionados con el desempeño laboral.
Los síntomas de la dismorfia de productividad incluyen una sensación persistente de insuficiencia y la dificultad de disfrutar del tiempo libre debido a la culpa por no estar siendo ‘productivo’. Además, la exposición a ideales comparativos en plataformas digitales intensifica esta percepción distorsionada. Las expectativas personales poco realistas y la presión social son factores que alimentan esta forma de productividad tóxica.
Para combatir la dismorfia de productividad, es esencial establecer límites claros entre el trabajo y el ocio. Dedicar tiempo a actividades sociales y reconocer los logros alcanzados, por pequeños que sean, puede ayudar a mejorar la autoestima. Además, practicar la autocompasión y reducir la exposición a contenidos tóxicos en redes sociales son estrategias que pueden mitigar sus efectos negativos y fomentar un ambiente más saludable tanto física como mentalmente.