
El yate de Mark Zuckerberg, conocido como Launchpad, ha sido objeto de críticas en los últimos nueve meses por su elevado impacto ambiental. Este imponente barco, que cuenta con 119 metros de eslora y una autonomía de más de 3,000 millas náuticas, emite la misma cantidad de CO₂ que 630 coches en una hora de navegación. A pesar de su apariencia de lujo, su operación consume aproximadamente dos millones de litros de diésel, generando un total de 5,300 toneladas de CO₂ desde su adquisición.
A lo largo de su viaje por lugares como Tahití, Noruega y Grecia, el Launchpad ha acumulado una gran cantidad de críticas, especialmente de ambientalistas, que cuestionan la incongruencia entre el estilo de vida del fundador de Meta y su discurso proambiental. Además, se ha visto involucrado en polémicas por su forma de navegar y las infracciones a normativas marítimas, lo que ha avivado el debate sobre el privilegio de los multimillonarios en un contexto de crisis climática y social.
Su llegada al astillero de La Ciotat en Francia, tradicionalmente asociado a la reparación de yates de lujo, ha vuelto a poner de manifiesto las desigualdades económicas presentes en la sociedad actual. Mientras que para algunos la industria del lujo puede generar empleo, muchos cuestionan si esta cultura de ostentación es sostenible en un mundo que enfrenta graves desafíos ambientales y sociales. La controversia en torno al yate de Zuckerberg se convierte así en un símbolo de las tensiones entre la riqueza y la responsabilidad ambiental.