El rodaje de la película Popeye, lanzada en 1980 y protagonizada por Robin Williams, fue una experiencia única y reveladora, según Barry Diller, ex CEO de Paramount Pictures. Diller compartió que ese set fue el más ‘coked-up’ que jamás había visitado, insinuando que las drogas estaban presentes en el ambiente de trabajo de una manera alarmante. Muchos de los involucrados en la producción estaban bajo la influencia de sustancias, lo que infundió al filme una energía casi frenética.
Durante su presentación, Diller reveló que la producción de Popeye se llevó a cabo en Malta, y a menudo se enviaban latas de película allí para su procesamiento, pero había una inquietante actividad adicional: las latas también se usaban para transportar cocaína. A pesar de la atmósfera caótica, el equipo creativo logró darle vida a esta adaptación del icónico personaje de cómic, que marcó el debut en la gran pantalla de Williams tras su éxito en televisión.
La película sigue las aventuras del marinero Popeye que llega a la ciudad de Sweethaven en busca de su padre. En su camino, conoce a Olive Oyl y se enfrenta a varios desafíos, incluidos sus enfrentamientos con el villano Capitán Bruto. La singularidad de la producción y las experiencias de quienes trabajaron en ella continúan fascinando a los cinéfilos incluso décadas después de su estreno.
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