En 2019, la periodista Karen Hao se adentró en la historia de OpenAI, una empresa que prometía desarrollar inteligencia artificial general (AGI) en una década. En un contexto de cambios radicales, OpenAI pasó de ser un laboratorio sin fines de lucro a una empresa estructurada para la obtención de beneficios. Este giro no solo sorprendió a la comunidad, sino que también planteó preguntas sobre su misión original y su compromiso con la transparencia en la investigación.
A medida que Karen investigaba, se hizo evidente que OpenAI había comenzado a influir en el campo de la inteligencia artificial y en las políticas gubernamentales. A través de una serie de anuncios controvertidos, como la retención de modelos de lenguaje y un acuerdo con Microsoft, OpenAI se volvía cada vez más relevante. Sin embargo, también existía una creciente preocupación por el impacto de sus decisiones en el futuro de la inteligencia artificial y cómo su evolución podría afectar a la sociedad.
Al finalizar su cobertura, Hao reveló que había una desconexión entre la imagen pública de OpenAI y su funcionamiento interno. A pesar de sus promesas de ser una organización transparente, los constantes cambios y la presión del financiamiento llevaron a cuestionar sus verdaderas intenciones. Su historia es un recordatorio de cómo el avance tecnológico puede desdibujar los límites de la ética y la responsabilidad en el sector, dejando a un público preocupado pero intrigado.
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