En 1976, Martin Scorsese enfrentó un desafío monumental con su película Taxi Driver, que lo puso al borde de la desesperación. A medida que la MPAA y Columbia Pictures presionaban para que recortara las escenas más impactantes, Scorsese se sintió cada vez más frustrado. En una reciente entrevista, reveló que había considerado tomar medidas drásticas, incluso amenazar a los ejecutivos del estudio en un momento de gran tensión.
Scorsese, conocido por su enfoque apasionado del cine, recordó una conversación con su amigo Steven Spielberg, donde expresó su deseo de proteger su visión artística a toda costa. Spielberg, junto con otros colegas, pudo calmarlo antes de que hiciera algo impulsivo. El estado emocional de Scorsese reflejó su compromiso con la calidad de la película, que más tarde sería aclamada por la crítica.
Finalmente, la solución fue más sutil: la secuencia final de Taxi Driver se modificó en color, disminuyendo el rojo para hacerla menos violenta visualmente. Esto permitió mantener la esencia de la escena mientras cumplía con los requisitos de la MPAA. Así, la película no solo se salvó, sino que también se convirtió en un clásico del cine, invitando a debates sobre la moralidad de su protagonista, Travis Bickle.
