Próspera, una ciudad sin ley creada por el venezolano Erick Brimen en la isla de Roatán, Honduras, ha atraído la atención de millonarios e innovadores, pero ahora enfrenta una batalla legal monumental. Desde su fundación en 2017, esta comunidad privada fue diseñada como un experimento en autogobierno y libre mercado, operando bajo un régimen fiscal y regulatorio independiente que ha despertado tanto interés como controversia.
Con la participación de inversores de renombre como Brian Armstrong y Peter Thiel, Próspera promete un entorno ideal para la innovación tecnológica. Sin embargo, la realidad política de Honduras ha comenzado a amenazar su existencia, especialmente tras la declaración de ilegalidad por parte de la Corte Suprema del país. Esta situación ha llevado a Brimen a gastar millones en litigios y esfuerzos de lobby para mantener su proyecto a flote, aunque la comunidad local se muestra cada vez más resistente a su presencia.
A pesar de ser un refugio para sectores altamente tecnológicos y biomedicina, las tensiones entre Próspera y los residentes de Roatán incrementan, evidenciando así los desafíos de las ciudades privadas. ¿Puede realmente una corporación reemplazar a un Estado? Esta pregunta queda abierta mientras Próspera navega por aguas turbulentas en busca de su reconocimiento y supervivencia, planteando interrogantes sobre el futuro del autogobierno y la legalidad en el contexto de un mundo cada vez más complejo.
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